Mtro. Gerardo Galicia
El periodismo serio es una actividad fundamental en la sociedad, pues su principal función es publicar información relevante sobre la actualidad. Para llevar a cabo esta tarea con responsabilidad, es imprescindible que el periodista recurra a fuentes verificables, sustentando sus trabajos en formatos como la noticia, la crónica o el informe. Este compromiso con la veracidad no solo define la calidad del periodismo, sino también su impacto en la sociedad.
La capacidad del periodismo para influir en la opinión pública es tan significativa que muchos lo han catalogado como el «cuarto poder». Esta influencia, sin embargo, no viene sin una gran responsabilidad. Conscientes de ello, los profesionales del periodismo han desarrollado un conjunto de principios éticos que guían su trabajo. Esta deontología profesional, conocida como ética periodística, establece normas y deberes que los periodistas deben seguir para asegurar que su labor sea realizada con la mayor diligencia posible.
Uno de los aspectos más importantes de la ética periodística es la obligación de actuar con rigor en la búsqueda y verificación de la información. El periodismo debe ser más objetivo que subjetivo; lo que importa no es la opinión personal del periodista, sino la precisión y veracidad de los datos que se brindan al público. Los principios fundamentales que guían esta labor incluyen el respeto por la verdad y el compromiso con la exactitud.
En este contexto, un buen periodista es aquel que logra obtener información relevante, precisa y concisa en el menor tiempo posible. Sin embargo, aquellos que transgreden estos principios, utilizando el periodismo como un medio para extorsionar o manipular, traicionan la esencia de su oficio. Estos «pseudoperiodistas» recurren al chantaje, utilizando la amenaza de divulgar información para obtener beneficios indebidos. Esta práctica no solo es una violación a la ética periodística, sino también un delito que atenta contra la libertad personal.
El chantaje o la extorsión no son problemas exclusivos del periodismo; se encuentran presentes en múltiples ámbitos, como la política. Sin embargo, cuando estas prácticas se infiltran en el periodismo, no solo se afecta la credibilidad del medio, sino que también se pone en riesgo la función social del periodismo: brindar información verdadera y confiable.
La extorsión debe ser erradicada de raíz, ya que su presencia compromete la calidad de la información que recibe la sociedad. Los malos profesionales que manipulan y controlan los datos, incurren en prácticas como la calumnia, la difamación y la acusación maliciosa, erosionando la confianza pública en los medios de comunicación.
Para que el periodismo mantenga su credibilidad y cumpla con su misión, es esencial que se preserve la ética profesional. La sociedad necesita estar bien informada, basada en hechos verificables y alejados de cualquier manipulación. Solo así el periodismo puede continuar siendo un pilar fundamental de la democracia, un «cuarto poder» que actúa con responsabilidad y al servicio del bien común.