Suri Ahued
Donald Trump ha vuelto a la Casa Blanca y, como era predecible, México está en la mira. Su discurso nunca cambió: más deportaciones, más restricciones y más presión para que nuestro país haga el trabajo sucio de frenar la migración. Lo sorprendente no es la agresividad de Trump, sino la sumisión de Morena. En lugar de prepararse, el gobierno mexicano esperó hasta el último momento para reaccionar y ahora improvisa respuestas mientras Washington impone sus condiciones.
La crisis migratoria es ya insostenible. México se ha convertido en el muro de contención de Estados Unidos, reteniendo a miles de personas en condiciones deplorables. La estrategia de Morena ha sido ceder, aceptar sin chistar las demandas de Trump y vender la falsa narrativa de que esto es “buena diplomacia”. No hay negociación, no hay resistencia, solo complacencia disfrazada de cooperación.
El problema es que Trump no se conforma. Su administración exige más detenciones, más deportaciones y, por si fuera poco, amenaza con aranceles si México no obedece. Mientras tanto, el gobierno mexicano sigue sin un plan claro, atrapado entre su retórica de “amistad” con Estados Unidos y su incapacidad para defender los intereses nacionales. ¿Cuánto más estamos dispuestos a ceder antes de darnos cuenta de que estamos siendo utilizados?
La sumisión de Morena no solo afecta a los migrantes, sino también a México entero. Las amenazas económicas de Trump son reales, y nuestra economía depende en gran medida del comercio con Estados Unidos. Pero en lugar de prepararse para enfrentar estos embates, el gobierno sigue apostando por la pasividad, confiando en que Trump actuará con moderación, cuando la historia nos dice lo contrario.
México necesita un liderazgo que defienda su soberanía, no un gobierno que se arrodille ante cada exigencia extranjera. Con Trump en el poder, la relación bilateral será de presión constante, y si Morena sigue sin reaccionar, el costo lo pagaremos todos. La pregunta ya no es si Trump nos doblegará, sino hasta dónde permitiremos que nos humille.
Esta es la columna
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