Resulta que en México, mientras algunos ciudadanos se distraen con la casa de los famosos, la reforma al poder judicial se cocina en las alturas, como si fuera la receta secreta de la abuelita, pero con un giro inesperado: en lugar de traer equilibrio y justicia, más bien parece que es el plato fuerte de un banquete donde la democracia es el postre. Y no se trata de un capricho menor. Nuestro querido presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha encontrado una nueva obsesión: la justicia. O mejor dicho, la falta de ella, porque lo que parece estar buscando no es mejorarla, sino eliminar cualquier vestigio de independencia.
El presidente, quien se auto-nomina el defensor del pueblo y azote de las élites, ha hecho todo lo posible para hacernos creer que el poder judicial es un nido de corrupción que sólo él puede salvar. Y claro, en su mente esto sólo se logrará si sus aliados de confianza toman las riendas de la justicia. ¿Qué mejor forma de garantizar imparcialidad que llenando las sillas de los jueces con personas que le deben lealtad a él y no a la Constitución? Eso sí, todo en nombre del pueblo.
Pero, no nos equivoquemos: la incongruencia es la bandera más grande de este gobierno. La promesa de no tocar al poder judicial se ha desmoronado más rápido que una piñata en fiesta infantil. Ahora resulta que la única forma de mejorar el sistema es desmantelándolo. No importa que hace unos años, durante su campaña, se rasgara las vestiduras asegurando que nunca se entrometería en la justicia. Hoy, en cambio, nos dice que el poder judicial es un obstáculo que hay que eliminar. Un pequeño detallito que al parecer olvidó mencionar.
El verdadero problema es la concentración del poder en una sola persona. ¿Qué puede salir mal cuando alguien con tanto control sobre los otros poderes quiere también su pedacito de pastel en la justicia? Bueno, si la historia nos ha enseñado algo, es que nada bueno viene de un gobierno que decide que la justicia debe responder a los intereses de una sola persona. ¿Qué sigue? ¿Una constitución firmada por ellos mismos?
Mientras tanto, el resto de México observa, impotente. Nos dicen que es por nuestro bien, pero sabemos que cada vez que nos venden esa idea, nos están quitando algo. Hoy, es la justicia. Mañana, quién sabe. Pero, claro, no hay que preocuparse. Todo está en manos del líder que, evidentemente, nunca se equivoca.