Por Adrián Salazar
En un artículo publicado recientemente bajo el título “En defensa de la expropiación”, la autora, Viri Ríos, afirma en relación la expropiación de “un tramo ferroviario a una compañía propiedad de German Larrea, el segundo hombre más rico de México”, que se trata de “un ejemplo prototípico de una expropiación benéfica para la sociedad”.
Mi intención no es debatir sobre si el actuar del gobierno mexicano con respecto a dicha acción es correcta o no de forma simple y maniqueista, sino mostrar un enfoque distinto al que presenta Viri Ríos y que, a mi parecer, justifica la acción del gobierno federal recurriendo al trivial argumento del “beneficio social”, que, además de engañoso, es verdaderamente perjudicial para la clase trabajadora, quien es explotada, sobrevive con salarios de hambre y engordando los bolsillos de los dueños del capital acosta de su vida propia.
Seguramente muchos ubicaran a Viri Ríos por su libro “No es normal”, a través del cual busca mostrar evidenciar que “la falta de competencia económica, el cobro de impuestos insuficientes a los más ricos, la ausencia de un gobierno que atienda las necesidades de las clases medias y la existencia de leyes laborales obsoletas han hecho de México un país donde los ricos se quedan ricos y las clases medias no crecen”.
Pues bien, repasemos el texto dicho. Uno de los primeros argumentos para justificar la expropiación es que se trata de “una herramienta legal y regularmente utilizada para el desarrollo de infraestructura, la renovación urbana y hasta las políticas de vivienda” y ejemplifica diciendo que “en 2019 se expropiaron terrenos para construir instalaciones aduaneras en Texas, en 2018 para un tren de alta velocidad en Inglaterra y desde 2020, en Barcelona, se expropian los pisos vacíos propiedad de la banca para convertirlos en alquiler social”.
Me pregunto si la clase trabajadora y empobrecida realmente tendrán algún beneficio que les ayude a mejorar su condición material con la construcción de esas instalaciones aduaneras o sólo los empresarios que circulen por ahí sus grandes cantidades de mercancías dispuestas al mercado; con la construcción de un tren que pueda acortar el tiempo de traslado de la clase trabajadora y pueda destinar más tiempo de mano de obra ¿realmente se benefician los pobres? Los pisos convertidos en alquiler social en Barcelona ¿tendrán precios justos respecto a los salarios de las familias pobres para que puedan adquirirlos sin problema?
Segundo argumento. La viralidad con la que la oposición mexicana rechazó la expropiación del tramo ferroviario fue sorprendente. Sobre todo, porque cuando fueron gobierno también expropiaron. Peña Nieto expropió 8 mil 600 metros cuadrados de terrenos para construir el Libramiento Ferroviario a Santa Fe. Fox expropió 27 de los 36 ingenios azucareros de México. Y hace unos meses Miguel Treviño, de San Pedro Garza García, aprobó una expropiación en Centrito Valle para un proyecto de regeneración peatonal.
Es decir, como otros lo hacen y ya lo hicieron, también debemos hacerlo. No me parece un argumento muy sólido, sino un intento por denostar lo que otros han hecho para justificar la acción propia. Y mi intención no es defender a nadie en este embrollo.
Tercer argumento y, para mí, el más importante. El proyecto beneficia a la región más pobre de México. Su propósito es mejorar la distribución geográfica de la inversión, aprovechando que el sur tiene mano de obra más joven y más agua que el resto del país. Por supuesto que el camino no será fácil, ni de corto plazo, pero la apuesta es facilitar la creación de nuevos negocios y reducir la pobreza.El Corredor interoceánico es quizá la obra más integral de desarrollo económico del sureste emprendida en décadas, un proyecto celebrado por grupos empresariales domésticos y extranjeros. La intención es detonar la capacidad productiva de la región con mejor infraestructura, capacidad logística, energética e incentivos fiscales.
Como hemos visto, desde el inicio del capitalismo, la clase empresarial siempre ha buscado la forma más eficaz para sacar la mayor plusvalía con la menor inversión y en el menor tiempo posible a costa de explotar a la clase trabajadora, es decir, de no pagar lo correspondiente a lo que su fuerza de trabajo produce durante las extenuantes jornadas de trabajo. ¿Qué nos hace pensar que ahora con estos grupos “empresariales domésticos y extranjeros” será diferente?
Primero vemos que enfatiza el interés de los empresarios por la “mano de obra más joven” que existe en esta región del país, que es lo mismo, pueden explotar más a este sector y con ello llenar sus bolsillos más rápido aprovechando precisamente la fuerza de su juventud que no durara mucho tiempo, y menos si se les somete a condiciones de vida inadecuadas como una mala alimentación, falta de atención médica, de educación, agotamiento físico constante, entre otros aspectos más.
Refieren también el agua, un recurso natural muy importante; vemos los graves problemas por los que atraviesan diferentes estados de la República y que se han agravado con la intensa sequia de este año, principalmente para la gente que se dedica al campo o al cuidado de los animales y el que, muy seguramente, se les brindará a los empresarios a un costo irrisorio o de plano les será regalado.
Y, con todo esto, la apuesta de este grupo capitalista es “los nuevos negocios”, “detonar la capacidad productiva”, pero la realidad es irrebatible; el neoliberalismo fracasa hacia adelante, es decir, con más liberalización, con más flexibilización, en suma, con más capitalismo, afirmó el geógrafo Jamie Peck.
De acuerdo con algunos especialistas en economía, sien verdad el libre mercado hace ricos a los países, México debería ser un país rico porque tiene firmados tratados comerciales con 50 países en el mundo, además de ser una de las economías más abiertas, pero en los hechos, más del 80 por ciento de la población vive en pobreza. Esto invalida la conclusión de los pensadores modernos quienes aseguran que se requieren “aún más reformas estructurales, aún más competencia, aún más apertura con el mundo, y así ad infinitum”.
Donde realmente estamos parados es en un sistema cuyo único propósito es la ganancia y no el bienestar humano, un sistema cuyo fin es continuar produciendo y acaparando riqueza a costa de acabar con el planeta y con el hombre, el único capaz de crear mercancías con su trabajo humano, entonces ¿este corredor interoceánico en verdad ayudará a reducir la pobreza?