Como parte de su tarea de organizar y politizar al pueblo de México, el Movimiento Antorchista Nacional realizará el XXIV Encuentro Nacional de Teatro, que tendrá por sede el Teatro Aquiles Córdova Morán, localizado en Tecomatlán, “La Atenas de la Mixteca”, dónde más de 32 puestas en escena y 600 actores, buscarán colocarse en los primeros lugares, no motivados por algún incentivo económico ni mucho menos, sino por la convicción de practicar el arte como una necesidad inexorable para elevar su conciencia y alimentar su espíritu y, en consecuencia, ser personas más nobles, pero también más críticas y capaces de impulsar el desarrollo social a través de los cambios necesarios para construir una patria más justa y equitativa para todo el pueblo mexicano.
En este sentido, me es importante resaltar dos cosas. La primera. Dentro de los más de 600 actores que pisarán el escenario de tan imponente teatro, así como del Auditorio Municipal “Prof. Clara Córdova Morán”, estará un grupo de jóvenes estudiantes de la Escuela Secundaria Técnica No 16, del Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario No 110, la Escuela Normal Superior “Mixteca Baja” y el Instituto Tecnológico, quienes representarán al municipio de Tecomatlán con la puesta en escena “La Tejedora de sueños” de Antonio Vallejo Bueno, en este importante encuentro cultural, donde participarán todos los estados de la república.
De estos jóvenes actores, al igual que la inmensa mayoría de quienes participarán en la edición 2025 de este Encuentro Nacional de Teatro, ninguno es actor profesional o tiene, en el teatro un ingreso para vivir. Todos son estudiantes, campesinos, obreros, colonos, profesionistas que, además de dedicarse a sus actividades propias, también buscan llevar el arte y la cultura a las masas populares, a la clase trabajadora que le ha sido arrebatada esa forma de recreación, privatizandola al convertirla en una mercancía más del capitalismo.
Ahí radica la importancia de quienes participaran en esta justa cultural, pues al acercarse al Movimiento Antorchista, ha permeado en ellos la importancia de transformar la realidad que lacera la vida de millones de mexicanos confinados a la pobreza por el sometimiento de un sistema de producción que concentra la riqueza en unas cuantas manos, matando de hambre y en la miseria a quienes la producen. Y en esta tarea, la cultura y el arte juegan un papel fundamental porque, para Antorcha, este no se limita a ser meramente contemplativo, sino participativo, es decir, que debe practicarse de forma constante y cada vez mejor, pues “el pueblo que hace y goza del arte, es altamente susceptible a la comprensión política por el desarrollo de la sensibilidad y su consecuente acción revolucionaria”.
Y segundo aspecto que quiero resaltar. No sólo en Tecomatlán, sino en todos los pueblos, colonias, escuelas y lugares donde tiene presencia el Movimiento Antorchista, se impulsa, no sólo el desarrollo de infraestructura material para que la gente pueda vivir en mejores condiciones, sino también su conciencia y su espíritu y puedan así, tomar partido frente a los problemas que aquejan a nuestra sociedad y sean factor actuante en la solución de estos.
Sin embargo, es menester, para ello, que la gente tenga condiciones adecuadas para poder desarrollar el arte, espacios dignos que sientan suyos donde puedan potencializar sus habilidades artísticas, como el majestuoso Teatro “Aquiles Córdova Morán”, inmueble construido con el trabajo y tesón de todos los antorchistas del país, quienes realizaron diversas actividades económicas para sumar los recursos necesarios para una empresa de tal envergadura, lo que demuestra lo colosal del pueblo cuando se organiza y lucha colectivamente.
Esto pone de relieve el abandono e indiferencia de las autoridades gubernamentales quienes, sin importar el partido político en turno, nunca se han interesado por una verdadera actividad cultural para la clase trabajadora, prueba de ello es que, todas las compañías teatrales que se darán cita en Tecomatlán -del 28 al 30 de noviembre-, han buscado diferentes actividades para hacerse de recursos económicos que les permitan sufragar los gastos de sus obras, como utilería, vestuario, transporte, escenografía, alimentación, entre otros tantos más, que ascienden a varios miles de pesos por cada grupo teatral.
¿Y el apoyo gubernamental? ¿Y el impulso a la cultura? ¿Y el Estado? Este «renunció gradualmente a su papel como oferente directo de cultura. El desmantelamiento de los medios públicos, iniciado con la privatización de la televisión en 1993, marcó el camino: se sustituyó la noción de cultura como bien público por la de industria creativa». Los presupuestos se redujeron, los centros culturales se gestionaron como empresas y los artistas debieron competir por becas en lugar de contar con estructuras estables de apoyo.
Un nuevo embate llegó en 2020, con la desaparición del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) y los fideicomisos culturales. Aunque se prometió mayor transparencia, la medida significó concentrar el poder presupuestal en Hacienda y someter la política cultural a la lógica de la austeridad. En 2025, el presupuesto de la Secretaría de Cultura equivale a apenas 0.13 por ciento del Gasto Neto Total: el nivel más bajo desde su creación.
Hoy, el Estado ya no produce ni garantiza la cultura: la administra. Las industrias nacionales, debilitadas por la competencia global, sobreviven mediante estímulos fiscales que favorecen la inversión privada. Y el ciudadano, reducido a consumidor, accede a una oferta cultural dictada por plataformas, algoritmos y marcas”.







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