Por José Manuel Trinidad Corona
La renuncia de Néstor Camarillo al PRI y a la dirigencia estatal en Puebla no sorprende. El tricolor lleva años desangrándose, perdiendo cuadros y, sobre todo, perdiendo rumbo. Camarillo era, quizá, uno de los últimos liderazgos visibles que intentaban sostener lo insostenible.
Su salida abre varias lecturas: por un lado, confirma que el PRI poblano atraviesa una crisis terminal; por el otro, vuelve a evidenciar la puerta giratoria que se ha convertido Morena. No pocos priistas —aquellos que hace unos años eran señalados como símbolos de corrupción, de pactos oscuros o de imposiciones— hoy son recibidos en la “Cuarta Transformación” con los brazos abiertos, casi canonizados al cruzar la puerta de la 4T.
El fenómeno no es nuevo: exgobernadores, alcaldes y exdirigentes priistas han encontrado en Morena no solo refugio político, sino también una suerte de “absolución” inmediata. Basta con declararse aliados del proyecto presidencial para que sus viejas culpas se diluyan.
Si Camarillo decide, como muchos anticipan, enfilarse hacia Morena, la narrativa será la misma: lo que en el PRI era cuestionable, en el partido oficial se vuelve virtud. La lealtad se premia, aunque llegue de quienes hasta ayer combatían el lopezobradorismo.
La pregunta de fondo no es a dónde se irá Camarillo —porque todos sabemos la respuesta—, sino qué significa para Morena convertirse en un confesionario que redime a expriistas de cualquier pecado. La política poblana, como la nacional, confirma que las ideologías importan poco: lo que cuenta es sobrevivir, seguir vigente y asegurar un espacio de poder.
Ciclo escolar 2025-2026, carta a los maestros
Alberto Jiménez Merino Queridas maestras y maestros: con todo mi cariño, agradecimiento y reconocimiento, espero que algún día puedan leer...
Read moreDetails
Discussion about this post