Con la localización del cuerpo de Lázaro Gayoso Rodríguez, quien contaba con reporte de desaparición en Huauchinango, subió a 19 la cifra de fallecidos a causa de la contingencia por lluvias y deslaves en la Sierra Norte del estado de Puebla, entre tanto, a nivel federal se elevó a 76. Luego de las intensas lluvias e inundaciones que afectaron la semana pasada a los estados de Puebla, Veracruz, Querétaro, Hidalgo y San Luis Potosí, derivadas de la perturbación tropical 90-E, Puebla, Veracruz e Hidalgo concentran la mayor parte de los daños y del número de víctimas mortales.
En Puebla se reportan 23 municipios con afectaciones, 19 personas fallecidas y cinco más no localizadas. En Veracruz, uno de los estados más golpeados por las inundaciones, las autoridades confirmaron 34 muertos, 14 personas desaparecidas y 40 municipios con daños severos en viviendas, caminos y cultivos. En Hidalgo la cifra asciende a 22 fallecimientos y 20 personas no localizadas, distribuidas en 27 municipios donde las lluvias provocaron desbordamientos de ríos, deslaves y cortes carreteros. En Querétaro las autoridades reportaron una persona fallecida y afectaciones en ocho municipios, mientras que en San Luis Potosí se contabilizan 12 municipios con daños, aunque no se registran víctimas mortales ni desaparecidos.
Además de las miles de familias afectadas en sus bienes, muchas de ellas, perdieron todo, absolutamente todo, pues ante la ferocidad de los ríos crecidos, hay quienes vieron sus hogares, su patrimonio, ser arrastrado o sepultado por un alud de tierra. Aún no hay una evaluación concreta de los daños ocasionados por este fenómeno natural por parte de las autoridades y, encima de eso, el apoyo gubernamental ha sido casi nulo y demasiado tardío por parte de todos los niveles de gobierno, como lo han denunciado los afectados mediante redes sociales.
Más allá del costo material que implicará a los damnificados recuperar sus bienes, está el costo de las vidas humanas que pudo evitarse, de no ser por la negligencia de las autoridades que no hicieron bien su trabajo, sello característico de esta administración federal en manos de Morena, situación que se repite del sexenio anterior con Andres Manuel López Obrador a la cabeza. Morena no sólo le ha costado millones y millones de pesos al pueblo de México, también le ha costado ingente cantidad de vidas humanas por su política fallida, cuyo interés está claro que no es garantizar la seguridad ni la integridad de la clase trabajadora, de los pobres.
Hay quienes debaten que la respuesta de la actual administración federal, con Claudia Sheinbaum, pudo ser más oportuna en caso de existir aún el FONDEN, fideicomiso destinado a atender los daños ocasionados por desastres naturales, mismo que suprimió Andrés Manuel, sin embargo, no se trata de “tapar el pozo después de ahogado el niño”. Sabemos, cualquier persona con un criterio racional y honesto podrá verlo, que la ineptitud de Morena no sólo aplica en su capacidad de solución, va más allá, destruye lo existente sin sustituirlo por algo, mínimamente, igual.
A Morena lo único que le importa, como se ha quedado en la asignación de recursos, es mantener y fortalecer los diversos programas de transferencia monetaria directa. Vemos, por ejemplo, al gobernador Puebla ¡también morenista! Alejandro Armenta Mier, tapando baches, podando árboles y pintando guarniciones, pero no lo vemos invirtiendo en infraestructura para salvaguardar la seguridad de la población, principalmente en las regiones más olvidadas y marginadas, como los municipios de la Sierra Norte.
Como hemos visto, la única preocupación, y ocupación, los gobiernos morenistas, es implementar estrategias que les garanticen perpetuarse en el poder, aunque eso implique la pérdida de vida humanas, por tanto, al pueblo humilde y trabajador no lo queda otra más que organizarse, como lo han hecho para atender los estragos ocasionados por el huracán Priscila y la depresión tropical Raymond, pues, a pesar de las trabas del propio gobierno, es el pueblo trabajador quien ha acudido en ayuda y auxilio de sus hermanos de clase, instalando centros de acopio, trasladando por sus propios medios los víveres y apersonándose en las comunidades más afectadas para ayudar, con su trabajo y desinteresadamente, a las miles de familias olvidadas por el gobierno municipal, estatal y federal.
Esto nos debe quedar como lección a la clase trabajadora para entender que nadie, ningún mesías, vendrá a salvar al pueblo de México sino es el pueblo mismo quien se organiza para resolver sus problemas, entre ellos, uno de los más apremiantes, cambiar a la actual clase gobernante que, sin importar el partido político, responde a los intereses de los dueños del dinero, por tanto, debe unirse y formar su propio partido político, uno verdaderamente salido de sus entrañas, con hombres y mujeres que conozcan y vivan en carne propia los problemas de los pobres, entregados a su hermanos de clase, para encabezar el cambio social que México necesita.







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