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Venezuela y México: Un Tango de Dictaduras y Democracias

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Venezuela y México: Un Tango de Dictaduras y Democracias

El reciente espectáculo electoral en Venezuela nos ofrece una vez más la tragicomedia de Nicolás Maduro, el eterno protagonista que parece haber encontrado en el poder su escenario favorito. Las elecciones, como siempre, un ejercicio meramente decorativo en su dictadura. El régimen de Maduro ha perfeccionado el arte de la democracia simulada, donde los resultados son predecibles y la oposición, cuando no está encarcelada, está convenientemente silenciada. Es un guion que se repite y que el mundo observa con un dejo de resignación y asombro, al igual que una telenovela que no logra salir de su trama circular.

Comparativamente, en México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha logrado una actuación que, si bien no llega a los niveles autoritarios de Maduro, muestra ciertos tintes de centralismo preocupante. El Presidente mexicano, con su carisma populista y su retórica contra la “mafia del poder”, ha conseguido polarizar y dividir a la sociedad mexicana, adoptando una postura que, en ocasiones, parece coquetear con el autoritarismo. Sus conferencias mañaneras son un espectáculo en sí mismas, un monólogo diario donde AMLO marca la agenda nacional y, a veces, reescribe la historia a su conveniencia.

En Venezuela, el colapso económico es un testimonio de las políticas de Maduro. La inflación galopante y la escasez de bienes básicos han convertido al país en un ejemplo de cómo no gestionar una economía. En contraste, AMLO enfrenta sus propios desafíos económicos, aunque con una economía mucho más robusta que la venezolana. Sin embargo, sus políticas de austeridad y su tendencia a centralizar el poder han generado preocupaciones sobre el futuro económico de México, especialmente en cómo afecta a la inversión y la confianza empresarial.

El control de los medios es otra similitud inquietante. En Venezuela, la censura es descarada y brutal. Los medios de comunicación están bajo un estricto control estatal, y cualquier voz disidente corre el riesgo de ser callada. En México, hay una clara tendencia a descalificar y hostigar a los medios críticos. Los ataques desde la presidencia hacia periodistas y medios son frecuentes, creando un ambiente de intimidación que podría acabar lentamente la libertad de prensa.

En última instancia, la comparación entre Maduro y AMLO, aunque no del todo justa en términos de niveles de autoritarismo, nos invita a reflexionar sobre cómo el poder puede corromper y cómo la democracia puede deslizarse hacia tendencias autoritarias.

Venezuela nos muestra el final del camino, un país atrapado en la dictadura. México, por su parte, aún tiene la oportunidad de corregir el rumbo, siempre y cuando la ciudadanía y las instituciones permanezcan vigilantes y se opongan a cualquier intento de centralización excesiva del poder. Como espectadores de este drama político, queda en nuestras manos no sólo observar, sino actuar para proteger nuestra democracia.

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